Me llamo Jimena, he estudiado un máster de Marketing Digital y hoy, mientras cierro la pestaña de mi último cliente, también cierro una etapa: mis prácticas en Amor de Madre. Una agencia que, como su nombre indica, tiene mucho de amor, mucho de madre y bastante de locura creativa.
Llegué aquí buscando un sitio con alma joven donde poner en práctica mis conocimientos y aprender más de los que ya están en la trinchera, trabajar codo a codo y ser parte de un equipo. Y desde el minuto uno, así fue. Literal. En mi primer día, la cerradura decidió ponerse rebelde, no podíamos entrar (cosas que solo pasan en las buenas historias) y tuvimos que llamar al cerrajero. ¿Qué hicimos mientras? Raquel (nuestro «Padrino») nos llevó a todos a desayunar. Un inicio de prácticas tan poco convencional como agradecido, que dejó claro desde el minuto cero que aquí se trabaja con cabeza, pero también con corazón. Entre café y charla, conocí al equipo y, después… al ajo.
Me integré en el equipo de Community Management… y aquí no se viene a calentar banquillo. Desde el principio me metieron al juego gestionando varias cuentas reales. Pero real real. Desde diseñar estrategias hasta redactar copys, coordinar con clientes, programar contenido, revisar entregas del equipo de diseño y asegurar que todo saliera como debía. Enseguida confiaron en mí para ir con el equipo de audiovisuales a grabar contenido para un cliente en un centro comercial. ¿Nivel de nervios? Alto. ¿Nivel de adrenalina y aprendizaje? Más alto todavía. Fue un día largo e intenso, pero que me permitió ver de cerca cómo funciona el motor real de una agencia que no se conforma con lo «típico». Las prácticas también son eso: enfrentarte a decisiones con autonomía, resolver, equivocarte, volver a probar. En una agencia tan activa como esta, el equipo va a mil por hora, así que aprendes haciendo.
Y si hablamos de momentos memorables, me quedo con dos: ese desayuno improvisado del primer día y el día del 11º aniversario de la agencia, donde comimos pizza (¿se nota que nos gusta comer?), compartimos anécdotas y, por un momento, paramos el ritmo para celebrar lo que somos: personas que crean juntas.
Eso sí, cuando se hacen lluvias de ideas aquí, llueve de verdad. Creatividad pura, sin censura, sin miedo a romper lo establecido. Y eso, sinceramente, es un privilegio.
Para mí, lo más «AM» es que, cuando alguien del equipo está pasando un mal momento, hay apoyo real. Y eso empieza desde arriba. Raquel, junto a los compis, se preocupan de verdad por lo que hay detrás del curro y del día a día.
Si me preguntan si vale la pena hacer prácticas de marketing digital en Amor de Madre, diría que sí, especialmente si estás buscando una agencia donde no hay miedo a confiar en ti, donde las ideas vuelan sin pedir permiso y donde la creatividad es casi una religión. Aquí, si vienes con ganas, el aprendizaje no es teórico: es acción, ritmo y experiencia pura.
Gracias, Amor de Madre, por dejarme ser parte de la locura, aunque haya sido solo por un ratito.